Día 2.Algeciras-Tánger(1ªParte) Viaje a Marruecos. Agosto 1997

Tànger, menuda ciudad...

La espera del Hidrofoil se hizo larga...Por la mañana nos levantamos pronto, pues queríamos coger uno de los ferrys más madrugadores, y a eso de las seis y media o siete nos empezamos a mover. Pero teníamos que hacer un montón de cosas, entre ellas rehacer la mochila con toda la comida que teníamos que meter, desmontar la tienda, e ir con el coche hasta el puerto a dejar las mochilas, para luego volver al camping y volver de nuevo al puerto caminando. Total, que perdimos el ferry que queríamos coger. No fue un gran palo, pues conseguimos ir en el Hidrofoil, que es la lancha rápida que hace el trayecto Algeciras-Tanger, en una hora. Mucho más rápido, que las dos horas y media largas que se tira el ferry normal. Pero eso sí, tuvimos que esperar hasta más allá de las doce para coger el aparato. Mientras risas y almuerzo en la sala de espera.

A pesar de ser una lancha rápida los que la llevan no tienen esa rapidez, y creo que en pocas ocasiones deben cumplir el horario. Tuvimos que esperar bastante a que la policía se dignase a mirarnos los pasaportes para poder salir del país. Total que después de un brevísimo encuentro policial nos vimos en el puerto corriendo en dirección hacia un barquito chiquitito, delante del cual había una guapa señorita con un más que curioso gorrito verde. así es difícil olvidar Transmediterránea, pues el gorrito mereció foto o más de una foto. EL Hidrofoil, nos vamos a TángerAunque corrimos mucho no fuimos capaces de llegar los primeros, y por lo tanto no pudimos ver en primera fila el espectáculo del Hidrofoil, que es una especie de lancha, que dispone de un sistema por el cual es capaz de elevar la parte delantera, evitando tener rozamiento en esta parte, y consiguiendo una mayor velocidad.

La verdad es que no se puede comparar la velocidad en tierra a la velocidad en el agua, y alguno como David se llevó una desilusión, pues esperaba que fuera más rápido, aunque la desilusión nos la llevamos bastantes al comprobar que no tardábamos una hora, sino bastante más, pues tuvimos que parar en el puerto de La Línea para poner gasolina o lo que fuere.

Llegamos a África con nuestros muertos a la espaldaY llegamos a África. No hay que leerlo con un tono despectivo, pero si con un tono de sorpresa y admiración. Es un mundo diferente, aunque sólo te das cuenta de ello cuando pasas la aduana. En ella nos cogieron los pasaportes y nos los sellaron: entrada, 4 de Agosto de 1997. Tardaron un ratito en devolvérnoslos, por cierto. Una vez pasaporte en mano salimos al exterior. Y comienza la diferencia.

Al salir nos esperaban como seis mozos grandes, altos y bien vestidos, que fueron siguiendo nuestros pasos hasta la estación de ferrocarriles. Era agobiante, sabían todos los idiomas, y habían estado en todos los sitios que tú dijeras. Eran nuestra sombra. Entre ellos iban haciéndose señas, y diciéndose cosas como que teníamos dinero y otras. Un respiro, aparece un coche en el que dentro estaba uno de los policías de la aduana. Les dice algo a nuestros "amigos" y estos inmediatamente se dan la vuelta. Respiramos tranquilos. ¿Tranquilos? Medio segundo después de que el coche se marchara nuestros "amigos" estaban allí de nuevo. Preguntaban de todo: equipo de fútbol, hotel donde íbamos, hacia dónde nos dirigíamos, etc.... Recomendación para los siguientes viajes a Marruecos, ser de Cuenca y aparentar ser mudo. Una palabra tuya bastará para que ellos tengan información y la manejen a su favor, que no tiene porque ser en tu contra.

Corriendo y sin mirar atrás llegamos a la estación de trenes, hasta la cual nos siguió un elemento que nos comentaba que ellos eran "amigos", no guías, y que la policía no les dejaba hacer su labor, y que les ponía pegas. Realmente la palabra "amigo" es una palabra que indica confianza en alguien, pero esta gente va a sacarte el dinero de una manera descarada. Puede que tengan problemas de paro y tengan que buscarse la vida de la mejor forma posible, pero de la manera que lo hacen están atacando a la principal industria de Marruecos que es el turismo. Debe existir un fuerte choque entre ellos y nosotros, pero los europeos estamos acostumbrados a cuando necesitamos una cosa, sabemos dónde hay que ir a por ella. Vamos y la conseguimos. Para ellos funciona de manera diferente. A ti te ofrecen todo, no gratuitamente, por supuesto, si no a cambio de algo. Y ahí está el error que cometen, la oferta antes que la demanda. Quién sabe si al que tu le ofreces algo quiere comprarlo o no.

En la estación no nos agobiaron durante mucho rato, aunque uno de los más pesados y decididos, nos continuó acosando hasta que viendo que no estábamos dispuestos a admitir sus servicios, abrió sus alas y fue planeando en círculos hacia otra víctima propiciatoria. Creo que no hubo mucha suerte.

Bueno, nos encontramos en la estación, cargados con las mochilas hasta los topes y charlando con el encargado de la ventanilla en un inglés de Burgos para pedirle los billetes para bajar a Marrakech. Los queríamos en primera y en cama, y tuvimos suerte de que todavía quedaban billetes, e incluso una habitación para nosotros solos. Qué bien. La verdad es que el billete nos resultó relativamente barato: 274Dh, que al cambio son 4.110pts, por un trayecto que en España te cuesta el triple. Estábamos contentos por una parte, pero asustados y con un poco de miedo por otro, teníamos que dejar las mochilas en consigna. La consigna estaba fuera, y sólo de pensar en el enjambre que nos esperaba allí nos agobiábamos. Nos decidimos a salir. Valientes y al toro. En el breve trayecto, unos 10m nos dejaron en paz. ¡Increíble! Sara en ese breve espacio de tiempo, se le ocurrió tararear la canción de: ¡Acompáñame!, en clara alusión a los buitres que merodeaban por allí, cuando una viejecita vestida de mora continuaba: ¡una noche más!. Sara se quedó perpleja y empezó a hablar con la señora. Ésta nos dijo que tuviéramos mucho cuidado con aquella gente, que le sabía muy mal el decirlo, pero que aquellos no eran buenos, y que no podía estar mucho rato con nosotros porque la acusarían de chivata y la darían un mamporro por menos de nada. Total que la señora ya nos había dado su consejo.

Carles y yo nos aventuramos hasta un locutorio para hablar con Jose, para decirle que ya habíamos llegado y para ver si nos podíamos ver. El locutorio estaba al otro lado de la plaza. Toda una aventura. Cruzamos la calle y se nos acercaron mil millones de personas ofreciéndonos de todo. Conseguimos llegar por fin al locutorio. ¿Por qué no fuimos a una cabina? Fácil, resulta que la gente las truca de alguna manera para que vayas sólo a una cabina, cuando hay varias juntas, y allí está una persona, que tiene una tarjeta telefónica, como las de aquí. Evidentemente el sujeto se niega a retirar la suya, y te pide un par de Dirhams por llamar. Escamado y oliendo algo malo, decido poner rumbo al locutorio. De estos establecimientos hay a patadas, y deben de tener licencia por parte de la compañía de teléfonos marroquí, por lo cual resultan infinitamente más fiables que los elementos que están en las cabinas. Lo cierto es que la gente le echa imaginación para poder pasar por la vida, pero nosotros tampoco vamos a que nos sableen de manera indiscriminada y sin piedad. El sentirse timado es una sensación harto desagradable.