Por
la mañana nos levantamos pronto, pues queríamos
coger uno de los ferrys más madrugadores, y a
eso de las seis y media o siete nos empezamos a
mover. Pero teníamos que hacer un montón de
cosas, entre ellas rehacer la mochila con toda la
comida que teníamos que meter, desmontar la
tienda, e ir con el coche hasta el puerto a dejar
las mochilas, para luego volver al camping y
volver de nuevo al puerto caminando. Total, que
perdimos el ferry que queríamos coger. No fue un
gran palo, pues conseguimos ir en el Hidrofoil,
que es la lancha rápida que hace el trayecto
Algeciras-Tanger, en una hora. Mucho más
rápido, que las dos horas y media largas que se
tira el ferry normal. Pero eso sí, tuvimos que
esperar hasta más allá de las doce para coger
el aparato. Mientras risas y almuerzo en la sala
de espera. A
pesar de ser una lancha rápida los que la llevan
no tienen esa rapidez, y creo que en pocas
ocasiones deben cumplir el horario. Tuvimos que
esperar bastante a que la policía se dignase a
mirarnos los pasaportes para poder salir del
país. Total que después de un brevísimo
encuentro policial nos vimos en el puerto
corriendo en dirección hacia un barquito
chiquitito, delante del cual había una guapa
señorita con un más que curioso gorrito verde.
así es difícil olvidar Transmediterránea, pues
el gorrito mereció foto o más de una foto. Aunque
corrimos mucho no fuimos capaces de llegar los
primeros, y por lo tanto no pudimos ver en
primera fila el espectáculo del Hidrofoil,
que es una especie de lancha, que dispone de un
sistema por el cual es capaz de elevar la parte
delantera, evitando tener rozamiento en esta
parte, y consiguiendo una mayor velocidad.
La verdad es que
no se puede comparar la velocidad en tierra a la
velocidad en el agua, y alguno como David se
llevó una desilusión, pues esperaba que fuera
más rápido, aunque la desilusión nos la
llevamos bastantes al comprobar que no
tardábamos una hora, sino bastante más, pues
tuvimos que parar en el puerto de La Línea para
poner gasolina o lo que fuere.
Y
llegamos a África. No hay que leerlo con un tono
despectivo, pero si con un tono de sorpresa y
admiración. Es un mundo diferente, aunque sólo
te das cuenta de ello cuando pasas la aduana. En
ella nos cogieron los pasaportes y nos los
sellaron: entrada, 4 de Agosto de 1997. Tardaron
un ratito en devolvérnoslos, por cierto. Una vez
pasaporte en mano salimos al exterior. Y comienza
la diferencia.
Al salir nos
esperaban como seis mozos grandes, altos y bien
vestidos, que fueron siguiendo nuestros pasos
hasta la estación de ferrocarriles. Era
agobiante, sabían todos los idiomas, y habían
estado en todos los sitios que tú dijeras. Eran
nuestra sombra. Entre ellos iban haciéndose
señas, y diciéndose cosas como que teníamos
dinero y otras. Un respiro, aparece un coche en
el que dentro estaba uno de los policías de la
aduana. Les dice algo a nuestros
"amigos" y estos inmediatamente se dan
la vuelta. Respiramos tranquilos. ¿Tranquilos?
Medio segundo después de que el coche se
marchara nuestros "amigos" estaban
allí de nuevo. Preguntaban de todo: equipo de
fútbol, hotel donde íbamos, hacia dónde nos
dirigíamos, etc.... Recomendación para los
siguientes viajes a Marruecos, ser de Cuenca y
aparentar ser mudo. Una palabra tuya bastará
para que ellos tengan información y la manejen a
su favor, que no tiene porque ser en tu contra.
Corriendo y sin
mirar atrás llegamos a la estación de trenes,
hasta la cual nos siguió un elemento que nos
comentaba que ellos eran "amigos", no
guías, y que la policía no les dejaba hacer su
labor, y que les ponía pegas. Realmente la
palabra "amigo" es una palabra que
indica confianza en alguien, pero esta gente va a
sacarte el dinero de una manera descarada. Puede
que tengan problemas de paro y tengan que
buscarse la vida de la mejor forma posible, pero
de la manera que lo hacen están atacando a la
principal industria de Marruecos que es el
turismo. Debe existir un fuerte choque entre
ellos y nosotros, pero los europeos estamos
acostumbrados a cuando necesitamos una cosa,
sabemos dónde hay que ir a por ella. Vamos y la
conseguimos. Para ellos funciona de manera
diferente. A ti te ofrecen todo, no
gratuitamente, por supuesto, si no a cambio de
algo. Y ahí está el error que cometen, la
oferta antes que la demanda. Quién sabe si al
que tu le ofreces algo quiere comprarlo o no.
En la estación no
nos agobiaron durante mucho rato, aunque uno de
los más pesados y decididos, nos continuó
acosando hasta que viendo que no estábamos
dispuestos a admitir sus servicios, abrió sus
alas y fue planeando en círculos hacia otra
víctima propiciatoria. Creo que no hubo mucha
suerte.
Bueno, nos
encontramos en la estación, cargados con las
mochilas hasta los topes y charlando con el
encargado de la ventanilla en un inglés de
Burgos para pedirle los billetes para bajar a
Marrakech. Los queríamos en primera y en cama, y
tuvimos suerte de que todavía quedaban billetes,
e incluso una habitación para nosotros solos.
Qué bien. La verdad es que el billete nos
resultó relativamente barato: 274Dh, que al
cambio son 4.110pts, por un trayecto que en
España te cuesta el triple. Estábamos contentos
por una parte, pero asustados y con un poco de
miedo por otro, teníamos que dejar las mochilas
en consigna. La consigna estaba fuera, y sólo de
pensar en el enjambre que nos esperaba allí nos
agobiábamos. Nos decidimos a salir. Valientes y
al toro. En el breve trayecto, unos 10m nos
dejaron en paz. ¡Increíble! Sara en ese breve
espacio de tiempo, se le ocurrió tararear la
canción de: ¡Acompáñame!, en clara alusión a
los buitres que merodeaban por allí, cuando una
viejecita vestida de mora continuaba: ¡una noche
más!. Sara se quedó perpleja y empezó a hablar
con la señora. Ésta nos dijo que tuviéramos
mucho cuidado con aquella gente, que le sabía
muy mal el decirlo, pero que aquellos no eran
buenos, y que no podía estar mucho rato con
nosotros porque la acusarían de chivata y la
darían un mamporro por menos de nada. Total que
la señora ya nos había dado su consejo.
Carles y yo nos
aventuramos hasta un locutorio para hablar con
Jose, para decirle que ya habíamos llegado y
para ver si nos podíamos ver. El locutorio
estaba al otro lado de la plaza. Toda una
aventura. Cruzamos la calle y se nos acercaron
mil millones de personas ofreciéndonos de todo.
Conseguimos llegar por fin al locutorio. ¿Por
qué no fuimos a una cabina? Fácil, resulta que
la gente las truca de alguna manera para que
vayas sólo a una cabina, cuando hay varias
juntas, y allí está una persona, que tiene una
tarjeta telefónica, como las de aquí.
Evidentemente el sujeto se niega a retirar la
suya, y te pide un par de Dirhams por llamar.
Escamado y oliendo algo malo, decido poner rumbo
al locutorio. De estos establecimientos hay a
patadas, y deben de tener licencia por parte de
la compañía de teléfonos marroquí, por lo
cual resultan infinitamente más fiables que los
elementos que están en las cabinas. Lo cierto es
que la gente le echa imaginación para poder
pasar por la vida, pero nosotros tampoco vamos a
que nos sableen de manera indiscriminada y sin
piedad. El sentirse timado es una sensación
harto desagradable.
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