El día esperado
llegó. Amaneció nublado, mejor el calor no
sería tan abrasador. Nos levantamos tarde y nos
pusimos a desayunar con la familia, que se había
levantado a nuestra misma hora. El desayuno fue
curioso, así como aquí en España estamos
acostumbrados a un desayuno un tanto más dulce,
allí nos dieron un tazón con una especie de
sémola que estaba salada. Bueno, pero salado.
Otra curiosidad más.
Mohamed se ofreció
para llevarnos hasta el lugar donde debíamos
coger el autobús para llegar a Imlil, y de donde
salían los taxis para esos destinos. Sabíamos
lo que nos costaba el viaje en taxi:
aproximadamente 120Dh. Evidentemente que no
íbamos a pagar eso, sino más. La pregunta era
cuánto más. El primer taxista al que
preguntamos no se bajaba de 290Dh. Bajo ningún
concepto. El siguiente nos pidió 500Dh. Íbamos
a peor. No nos querían llevar a Imlil,
sino a Asni, que está a 17km.
Entonces apareció él. Teníamos un objetivo,
queríamos llegar a Imlil, y no
ser pasto de los feroces taxistas,
económicamente hablando. Teníamos un problema,
el idioma, hasta que llegó él. Un tipo moreno,
como todos, bajito y con unas gafas de culo de
botella, pelo bastante corto y echado para
atrás. Su nombre, lo desconocemos, pero no
necesitamos saberlo, era Urkel.
Era él. El único de los presentes que sabía
inglés, ahora era mucho más fácil. Nos pidió
seiscientos. Era una broma. Nosotros ofrecimos el
precio oficial. Nos envió a la mierda en pocas
palabras. Pasó de nosotros y se fue. Allí
estábamos nosotros, solos y sin posibilidades de
ir hasta Imlil. Pero no acababa la historia.
Volvió a la carga: 500Dh. Ni hablar. Nosotros
empezamos a subir el precio pues nos veíamos en
tierra. 200Dh. Nada, no había trato. Apareció
el padre de Hind, nos saludó,
pero al no saber francés no nos era de ayuda.
Seguimos discutiendo con nuestro amigo hasta que
le dijimos que teníamos información de cuánto
costaba el viaje hasta Imlil,
entonces se avino a razones. Al final, y después
de mucho regatear quedamos en lo siguiente: 200Dh
para el taxista y otros 20Dh para él.
Evidentemente se había llevado un buen
porcentaje, el taxista estaba contento y nosotros
también, llegaríamos a Imlil.
Pero porque se había hecho así, pues porque
había otros dos bereberes que iban a ir con
nosotros hasta Asni, y que iban
a pagar una buena parte del billete. Así que
metimos las mochilas en el maletero, nos metimos
los siete en el taxi y nos dirigimos a Asni.
Nos había costado casi el doble, pero una
décima parte de lo que nos hubiera costado en
España, pues había una distancia de unos 70km.
No estaba mal.
El
viaje no fue cosa del otro mundo, seguimos las
carreteras del país, sin apenas señalización,
a una velocidad respetable, que disminuía de
repente cuando el taxista pensaba que había
control policial. Una vez pasado éste, la
velocidad aumentaba al triple. Y llegamos a Asni,
y dejamos a los dos compañeros de viaje, y nos
dirigimos los cuatro a Imlil.
Son 17km. de pista sin asfaltar, con miles de
socavones, y con un tráfico respetable. Tardamos
unos buenos tres cuartos de hora para hacer el
último trozo del trayecto, pero es que la
carretera no daba para más. Y llegamos a Imlil.
Cómo no, nos
estaban esperando, quién va a ser, los guías.
Estos son diferentes, son guías de montaña, y
no son tan pesados como en la ciudad, pero no por
ello dejan de intentar camelarte. Gracias a las
guías de Marruecos sabíamos el precio de la
mula, lo que costaba y mucha más información.
De principio nos ofrecieron dos burros para las
mochilas. No queríamos dos burros, queríamos
una mula, que podía llevar hasta cinco mochilas.
El precio de principio 290Dh, precio oficial,
75Dh. Quedamos en 100Dh. Antes teníamos que
comer algo. Y nos fuimos al bar que había, allí
nos encontramos con un grupo de catalanes que
iban a pasar unos días en una casa que habían
alquilado cerca de allí. Una gente super
enrollada, a la cual la habían timado muchísimo
más que a nosotros, un poco pardillos, pero la
vida es así. Nos dieron un bocata enorme que no
se lo habían podido comer y nos lo zampamos
nosotros. Buenísimo. Compramos unas cuantas
CocaColas, y pan y cargamos la mula. El guía, un
beréber típico, seco y chupado, y que no tenía
ni idea de cualquier otro idioma que no fuera el
beréber. Empezamos a subir hacia el refugio,
había unas buenas cuatro horas de trayecto.
El camino es
suave, bien trazado, y descansado, no hay tramos
realmente duros de esos en los que te dejas los
gemelos, ni pasos complicados. En términos de
montañeros es una autopista a dos carriles. De
hecho la mula sube por allí sin ningún tipo de
problema, y por la cantidad de gente que pasa por
allí, te puedes hacer una idea de cómo está el
tema. De todas formas nuestra máxima
preocupación era, al principio, saber el nombre
del guía. El pobre hombre no sabía más que su
propio idioma, y respondía a cualquier pregunta
con un amable e inútil: "Oui, oui.", y
ante cualquier ofrecimiento con
un:"Merci." No nos quedó más remedio
que rebautizarle con el bonito nombre de Oui-oui,
qué le vamos a hacer.
Y continuamos
subiendo por el camino, pasamos el poblado de Aremd
o Aroumd, según las guías,
donde la gente lavaba en el río y dejaba las
telas de múltiples colores secarse encima de las
piedras del río. Una visión de lo más bonito.
Al final de la zona construida una niña se
acercó a nosotros y nos dijo algo suavemente,
pero no lo entendí. Carles se
volvió hacia mi y me dijo que la niña pedía
"Bombon", caramelos.
Antes
de llegar al refugio Neltner,
hay otra agrupación de casas, con sus
correspondientes tiendas, como no. Se hayan
éstas en la convergencia de dos valles, y se
distingue el lugar por la presencia de una enorme
piedra pintada de blanco.
Al cabo de una
hora y media o dos estábamos en el refugio. El
refugio está en el fondo del valle, dominando la
zona de acampada, que está plagada de tiendas de
campaña de grupos organizados que vienen a subir
el Toubkal. Si nos situamos en él y miramos al
Norte, tendremos el Toubkal en
el Este, nuestro objetivo, y el camino que nos
llevaría a la cima. Ya estábamos en el lío.
Oui-oui
bajó las mochilas de la mula y yo le pagué lo
pactado 100Dh, pero continuaba allí. Se dirigió
a mi diciéndome algo así
como:"Favor..." No podía ser otra
cosa, la propina. Cinco dirhams le contentaron, y
a nosotros también. Y allí se produjo un
momento de tensión, el motivo era el hecho de
dormir en el refugio. Nosotros llevábamos una
tienda de campaña para dormir allí en la zona
de acampada, y por otro lado teníamos sitio en
el refugio, bastante bien de precio, la verdad. David
y yo no teníamos muchos problemas económicos
para pagar el refugio, pero Carles
y Sara tenían poderosas razones
para ahorrar, pronto se nos casan, y tienen que
comprarse un piso, con lo cual preferían dormir
en tienda. No nos poníamos de acuerdo, y Carles
cedió, dormiríamos esa noche en el refugio y
los otros días en la tienda. Perfecto.
El
refugio, tiene una parte baja donde está el
comedor y la cocina, y una habitación con varias
literas, y justo al lado de la puerta hay una
escalera metálica que lleva a la habitación de
arriba, donde está el "sacódromo",
allí dejamos nuestras mochilas y sacos. En estos
lugares la sensación de humanidad llega a ser
bastante intensa, y se suele traducir en un
fuerte olor a pies, y a sudor. Pero era allí
donde queríamos estar. Queríamos subir el Toubkal,
era nuestro objetivo desde hacía más de un
año, y la mañana siguiente sería el día D.
Allí conocimos al guarda del refugio, Hassan,
un tipo genial, que hablaba o más bien
chapurreaba todos los idiomas. Cachondo como él
solo, enseguida hicimos buenas migas los cinco, y
el buen rollo lo envolvió todo. Nos explicó el
camino hacia la cima, y nos recomendó que
hiciéramos al día siguiente los Ouanoukrim
y el Timesguida, que eran más
interesantes, un poquito más difíciles y todo. Hassan
era genial, al menos para nosotros, siempre con
una enorme sonrisa en los labios y una palabra
amable o una broma a punto. Y digo para nosotros,
pues a los franceses o francófonos en general
los tenía atravesados. Coincidimos con unos
belgas, que sólo hicieron el Toubkal
y se fueron rebotados por como los había tratado
Hassan y otro colega suyo, pero
todo hay que decirlo, esta gente estaba allí y
se comportaba como si estuviera en su casa, sin
pedir permiso para utilizar sus cosas, unos
auténticos maleducados. Se lo merecieron.
Cenamos un poco en
el refugio y nos fuimos fuera a fumarnos un
purito. El espectáculo era increíble. El cielo
se nos mostraba plagado de estrellas, algo
alucinante. Los urbanitas como nosotros no
podemos disfrutar de las estrellas en Barcelona.
Principalmente se debe a la cantidad de mierda
que hay en el aire, y de manera secundaria a las
luces de la ciudad. Tenemos que ir hasta el
Pirineo para empezar a ver estrellas. Pero allí
el aire era puro, luces no había otras que las
de las estrellas, y echaba de menos un mapa de
estrellas para poderlas distinguir todas.
Alucinante. Sólo había un pequeño problema: el
frío. Terrible, no se podía estar uno quieto,
por miedo a quedarse congelado o pillar un
constipado de padre y muy señor mío. Así que
con el buen sabor de boca del cielo estrellado y
del purito nos fuimos a dormir. Mañana sería el
gran día tan y tan esperado. Nuestro primer
cuatromil estaba a punto de caer bajo nuestros
pies. Día histórico.
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