JoseLuis

Vuelta a la civilización

Mercadillo en Widhoek Mercadillo en Widhoek
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Alicia en Pension Christoph Alicia en Pension Christoph

Buenos días! Nos vamos a la capital, al final de nuestro viaje. Así que nos levantamos pronto, pues tenemos unos kilómetros por delante y un mercadillo que visitar, así que ...¡al ataque!

En poco menos de tres horas estábamos en la capital, después de recorrer unas carreteras con unas rectas enormes, en las cuales los conductores autóctonos te adelantaban como les daba la gana. Y eso que nosotros no íbamos lentos, pero ya se sabe, son expertos en la materia.

Y después de 12 días llegamos de nuevo a Windhoek. Por la "autopista", que se puede llamar así pues tiene varios carriles, 2 para ser exactos, a la entrada de la capital. Pero la gente del lugar no le tiene miedo, y cruza por el medio de la misma con la seguridad y aplomo de aquel que no le tiene apego a la vida. En su defensa hay que decir que puentes no hay para cruzarla y que vallas tampoco, así que para qué...

Bien pues llegamos al centro de la ciudad sin apenas perdernos, siguiendo el mapa y las indicaciones de "City Center", y aparcamos en un parking de los de "al Sol", por unas 30 pelas la hora, (quién lo pillara aquí, eh?) Y a terminar de comprar los regalitos en el mercadillo, y de paso dar una vuelta por la ciudad.

El cambio es brutal. En todo el país las ciudades y pueblos que visitamos eran pequeños, y la gente vestía normal, de verano, pantalón corto, camiseta, lo habitual vaya. En la capital era diferente: parecía que hubieran salido de un "after": todos iban arreglados como aquí se va a las doce de la noche para salir de marcha. Sólo que era sábado y eran las doce del mediodía, y hacía un calor de espanto. Las chicas iban muy extremadas, y los chicos, muy arreglados. Y, como no, todos con su teléfono móvil. Por cierto, que en la ciudad hay muy buena cobertura para los que tengan teléfonos GSM, también hay café- internet.

Después de comer un poco a eso de las doce nos fuimos a dar otra vuelta y más tarde nos fuimos a localizar el hotel, la Pension Christoph , que se encuentra a cinco minutos andando del centro de la ciudad. Sencillamente genial: pocas habitaciones, trato muy amable, y lo mejor, una piscina en el patio. ¿Qué más puedes pedir?

Por la tarde teníamos que devolver el coche, así que nos lanzamos a la carretera sin mapa ni nada (¿para qué?) y milagrosamente llegamos a la gasolinera donde Michael nos había alquilado el coche. Llenamos el depósito (120 litros de gasolina) y cuando le íbamos a dejar las llaves a su socio, nos dijo que si no teníamos cómo volver al hotel, que nos llevásemos el "backie" (así le llaman al 4x4 allí) y que mañana lo recogerían y nos llevarían al aeropuerto. Genial!

Vuelta al hotel, dejamos el coche y caminando al centro a buscar un sitio donde cenar. Eran las cinco de la tarde y no había nadie. Parecía una ciudad fantasma, como si se los hubiera tragado la tierra. Algo leímos de esto en la Guía del Trotamundos, pero nunca pensamos que fuera tan exagerado.

Caminar por la noche en una ciudad vacía es una gozada, y en una en la que se ven las estrellas, aún lo es más.