El primer día de marcha salimos de mi casa. Nos acompañaron los primeros
kilómetros nuestros amigos:
Angel Luis,
Carles,
Julio y
Raúl. Qué mejor comienzo que ir con tus amigos...aunque sólo fuera hasta
Sant
Cugat. A partir de ese punto íbamos a continuar solos. Atrás quedaban meses de
preparación tanto física, dando caña al cuerpo en el gimnasio y por los caminos de
Collserola
pateando de lo lindo, como mental, charlas y más charlas sobre el esfuerzo que suponía hacer un
viaje tan largo dos personas juntas, la adaptación de uno al otro para que el proyecto
no se fuera al garete a la primera de cambio. No fue muy difícil entre
Anita y yo llegar a
ese punto de unión y compenetración antes del Camino, y después de la experiencia ya nos
consideramos "hermanitos".
La etapa pretendía llegar
hasta
Olesa de Monserrat. Sabíamos que podíamos llegar hasta allí, pues
durante nuestra preparación habíamos ido un sábado hasta
Olesa, y habíamos
llegado bien, quizá un poco cansados. Pero esta no era una prueba era la buena, la de verdad, y
además íbamos cargados, no en vano llevábamos lo mínimo imprescindible para estar cinco
semanas por esos mundos de Dios.
La
primera despedida fue en
Sant Cugat. Hasta allí querían llegar nuestros amigos, y
hasta
Les Fonts de Terrassa nos acompañó
Raúl, al que
reencontraríamos un par de días más tarde.
La
jornada es dura por sí misma, y más aún cuando es en pleno verano y con un calor enorme. Esto
último y muy poca previsión por mi parte pudo dar al traste con nuestra sana intención de
continuar, pues en la
Riera de Gaià nos quedamos sin agua, y a mi me dio un bajón de
esos que hacen época. Suerte de una fuente que apareció por arte de magia. ¿Coincidencia? No
existen las coincidencias...
La marcha continuó hasta
Olesa sin más dificultades, pero fue allá donde se
presentaron: necesitábamos descansar, el primer día es importante descansar bien, y no
encontramos sitio en todo
Olesa. Al parecer no hay ningún hotel, ni fonda, sólo
casas particulares que dan alojamiento, pero estaban todas llenas.
Cansados de caminar todo el día dimos la vuelta a todo el
pueblo y no encontramos nada. Entonces recurrimos a las autoridades locales: la
Guardia
Civil, quien parece ser que tiene como norma dar cobijo al peregrino. La benemérita por
mano de
Mario, un aspirante a peregrino del 99, nos acogió después de repasar
por segunda vez todos los lugares en donde podían habernos acogido. ¿Coincidencia? No
existen las coincidencias...
Mario estaba allí para ayudarnos a continuar nuestro
Camino.
Mario es de esas personas maravillosas que te encuentras en la
vida, y que te dan ese pequeño empujón para continuar tu día a día.
Gracias
Mario...