Paso por Montserrat
Una vez comimos y
descansamos, y dejamos pasar el terrible calor de
las tardes de verano, continuamos nuestro camino
hacia Igualada.
Las conversaciones
en el Camino surgen como los silencios. Los
silencios son ricos si aprendes a vivirlos y
aprovecharlos para pensar, para reflexionar.
Durante muchas horas caminando tienes la
oportunidad de darte esos silencios, que son
parte de la vivencia del Camino.
Al
llegar a Igualada, y una vez
sellados en la parroquia, fuimos en busca de
alojamiento. El único que nos dijeron que había
era el Hotel América, que está
en la carretera. Pero un guardia urbano que se
nos cruzó, nos indicó donde se encontraba una
residencia donde alquilaban habitaciones.
¿Coincidencia? No existen las coincidencias...
Allí nos esperaba
una cena de pizzeria, una maravillosa y
reparadora ducha, y una camita para que
pudiéramos descansar y estar preparados para el
día siguiente.
Llevábamos cerca
de ochenta kilómetros a nuestras espaldas, y la
verdad es que habíamos tenido suerte, pues las
dos noches las habíamos pasado bajo techo, lo
que nadie nos había podido asegurar antes, y
tampoco os aseguraría yo ahora. Siempre es
recomendable llevarse un saco de dormir cómodo y
ligerito para si en algún momento dado te toca
dormir al raso. Quizá fue porque estábamos
preparados para este tipo de acontecimientos la
razón por la que tuvimos suerte.