Como
todos los días, antes de que hubiera gente por
las calles, nos poníamos en marcha.
Desayunabamos unas galletas o yogures que
habíamos comprado el día anterior, la mochila
al hombro y camino por delante.
Esa tarde
habíamos quedado con Raúl en Cervera,
así que teníamos que llegar y además hacerlo a
una hora prudente. El calor iba a ser sofocante,
y los problemas con los pies empezaban a
aparecer, en los dos, pero se cebaron un poco
más en mi pie. Había una ampolla que se había
abierto y se infectó. Un fastidio, pero que no
impidió que continuasemos sin más problemas.
Así como el día
anterior la dificultad había sido subir a Montserrat,
hoy era la Panadella. El Camino
tiene dos variantes, una que sigue la carretera,
la N-II, y otra que va por el interior. La carretera sube
suavemente, pero sube durante unos buenos
kilómetros; la variante del interior es más
solitaria, menos ruidosa, algo que se echa en
falta en las conversaciones, y también la subida
que tiene es más fuerte, pero enseguida llaneas.
Una suerte.
Íbamos parando en
cualquier sombra, y había quien se apiadaba de
nosotros y nos daba agua fresca, pues uno de los
fallos que tienen los pueblos en Catalunya
es que no tienen fuente. En Castilla, Aragón
y Galicia no tienes problemas para
abastecerte de agua, y pegarte un remojón si te
apetece, pero en Catalunya has de pararte a pedir
por las casas.
Ese día paramos a
comer cerca de Rabassa, un pueblecito
cerca de Cervera. Tranquilo, sólo el
ruido de algún tractor llevando el cereal que
estaban cosechando, y casi deshabitado. Allí
bajo el arbol paramos unas buenas tres horas,
pues no había alma humana que fuera capaz de
soportar el calor que hacía.
Ya nos quedaba
poco, relativamente, para llegar a Cervera,
pero aún así nos perdimos, pues el Camino está
marcado con flechas amarillas desde Montserrat,
aunque hay en lugares donde se pierden las
flechas entre los campos de cereales, pues no hay
un solo lugar donde pintar una flecha, ni
siquiera una piedra.
En Cervera nos
esperaba Raúl, y también esperábamos encontrar
algún sitio para dormir. Pero no pudo ser. Nos
recorrimos todo Cervera, primero para que me
curaran una ampolla que tenía muy mala pinta,
después para encontrar la estación de
autobuses, y más tarde buscando alojamiento. Truco
para buscar alojamiento: que entre a los
hoteles o donde sea, el más limpio y siempre sin
mochila. Si puede ser mujer, aún mejor. Es
lamentable, pero funciona.
Como
todavía no lo sabíamos, tuvimos que dormir en
la calle al ladito de la muralla. Fue una noche
tranquila, poco fría y sin lluvia, cosa que es
de agraceder. Por ello pudimos descansar de cara
al día siguiente, en que nos esperaba otro buen
tramo para recorrer.
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