Día 4 Martes, 30 de Junio de 1998 Cervera-Linyola

Siesta en Tornabous

Raúl venía con nosotros hoy. Ya no estábamos sólos, éramos tres almas caminando juntas. Tres maneras diferentes de ver la vida, el Camino, todo. Para empezar nos perdimos nada más salir de Cervera. Cada uno tiró por un lado y estuvimos dando vueltas como bobos un buen rato. Después continuamos camino, esta vez hacia Tàrrega, a unos 14 km. de Cervera. Queríamos llegar a la hora de desayunar, a media mañana. A la entrada nos sorprendía un cartel en que se anunciaba el Camino de Santiago, ¡...a 1200km.! Quedaban 1200km para Santiago

Fuimos a la parroquia para que nos sellasen la credencial de peregrino, que va registrando todos los lugares por donde pasamos, aunque en lugares como Cervera, la desidia de algunos "cristianitos" no dejó constancia de que nuestro camino pasó por allí. En Tàrrega fue diferente, un párroco alegre y amable a pesar de la cantidad de años que arrastraba nos dio su bendición y nos animó a continuar. La vida es así...

Continuamos durante un buen rato hasta llegar a Tornabous. Allí paramos a comer. Era pronto, pero imaginaros la que estaba cayendo: una canícula de diccionario. No podíamos hacer otra cosa que sentarnos en el primer bar con aire acondicionado y esperar a que nos dieran de comer. Paramos en un lugar tranquilo, de hecho éramos los únicos clientes. En la tele, echaban alguna serie infumable del Steve Urkel, y la enésima reposición del coche fantástico. Reimos de buena gana criticando lo mala que llega a ser la tele. Anita no tiene tele, y yo hace poco que tengo una, que apenas veo.

Siesta en TornabousLa siesta no se hizo esperar, y unos a la protección de una biblioteca y otro a la vera de una fuente, nos despachamos una buena parte del calor de la tarde, y unos buenos litros de agua. Son de esos momentos en que te sientes ciudadano del mundo, en que aquel banco es tu cama, y tu casa el mundo entero. Quiero ser nómada toda mi vida, y que lo único que tenga que llevar sea a mi mismo.

La tarde tenía que acabar en Linyola. El Camino va a para a Balaguer, y se puede hacer de dos maneras: por la vía recta, que es por la carretera, y aguantar el ruido de los coches y camiones, y el humo, o bien, hacer más tramo pero ir por pistas hacia Linyola, dormir allí y marchar hacia Balaguer. Nosotros preferimos el camino lento pero tranquilo. Sin pausa. Pasamos por el Castell del Remei, paramos un momento para descansar y Anita y yo dimos un "sprint" final hasta Linyola.

Llegando a la iglesia de LinyolaAllí llegamos a la iglesia, el cura nos firmó y selló la credencial y ahora a buscar sitio para dormir y para cenar: lo más importante del día. Encontramos una casa en la que alquilaban habitaciones. Allí nos duchamos, lavamos ropa y llamamos cada uno a los suyos. Luego bajamos al bar, Pere Bep, para que nos dieran de cenar. Jugaban un partido del mundial de Francia, pero estuvimos más atentos a lo que nos ponían en el plato. No en vano habíamos hecho cerca de cuarenta kilómetros con el Sol en todo lo alto y unos cuantos kilos a la espalda, estábamos como para "jugar" a futbol.... Quita, quita!

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