Raúl
venía con nosotros hoy. Ya no estábamos sólos,
éramos tres almas caminando juntas. Tres maneras
diferentes de ver la vida, el Camino, todo. Para
empezar nos perdimos nada más salir de Cervera.
Cada uno tiró por un lado y estuvimos dando
vueltas como bobos un buen rato. Después
continuamos camino, esta vez hacia Tàrrega,
a unos 14 km. de Cervera.
Queríamos llegar a la hora de desayunar, a media
mañana. A la entrada nos sorprendía un cartel
en que se anunciaba el Camino de
Santiago, ¡...a 1200km.!
Fuimos a la parroquia para
que nos sellasen la credencial de
peregrino, que va registrando todos los
lugares por donde pasamos, aunque en lugares como
Cervera, la desidia de algunos
"cristianitos" no dejó constancia de
que nuestro camino pasó por allí. En Tàrrega
fue diferente, un párroco alegre y amable a
pesar de la cantidad de años que arrastraba nos
dio su bendición y nos animó a continuar. La
vida es así...
Continuamos
durante un buen rato hasta llegar a Tornabous.
Allí paramos a comer. Era pronto, pero
imaginaros la que estaba cayendo: una canícula
de diccionario. No podíamos hacer otra cosa que
sentarnos en el primer bar con aire acondicionado
y esperar a que nos dieran de comer. Paramos en
un lugar tranquilo, de hecho éramos los únicos
clientes. En la tele, echaban alguna serie
infumable del Steve Urkel, y la enésima
reposición del coche fantástico. Reimos de
buena gana criticando lo mala que llega a ser la
tele. Anita no tiene tele, y yo hace poco que
tengo una, que apenas veo.
La siesta no se hizo
esperar, y unos a la protección de una
biblioteca y otro a la vera de una fuente, nos
despachamos una buena parte del calor de la
tarde, y unos buenos litros de agua. Son de esos
momentos en que te sientes ciudadano del mundo,
en que aquel banco es tu cama, y tu casa el mundo
entero. Quiero ser nómada toda mi vida, y que lo
único que tenga que llevar sea a mi mismo.
La tarde tenía
que acabar en Linyola. El Camino
va a para a Balaguer, y se puede
hacer de dos maneras: por la vía recta, que es
por la carretera, y aguantar el ruido de los
coches y camiones, y el humo, o bien, hacer más
tramo pero ir por pistas hacia Linyola,
dormir allí y marchar hacia Balaguer.
Nosotros preferimos el camino lento pero
tranquilo. Sin pausa. Pasamos por el Castell
del Remei, paramos un momento para
descansar y Anita y yo dimos un
"sprint" final hasta Linyola.
Allí
llegamos a la iglesia, el cura nos firmó y
selló la credencial y ahora a buscar sitio para
dormir y para cenar: lo más importante del día.
Encontramos una casa en la que alquilaban
habitaciones. Allí nos duchamos, lavamos ropa y
llamamos cada uno a los suyos. Luego bajamos al
bar, Pere Bep, para que nos dieran de cenar.
Jugaban un partido del mundial de Francia, pero
estuvimos más atentos a lo que nos ponían en el
plato. No en vano habíamos hecho cerca de
cuarenta kilómetros con el Sol en todo lo alto y
unos cuantos kilos a la espalda, estábamos como
para "jugar" a futbol.... Quita, quita!
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