La etapa de hoy era corta,
relativamente, pues aún siendo corta eran 30 km.
que nos separaban de nuestro destino en Pertusa.
Íbamos cansados, quizá demasiado. No en vano
llevábamos una semanita dale que te pego sin
parar, y descansando de aquellamanera. Total que
estábamos cansados, nos levantamos relativamente
tarde, quedaban muchos kilómetros y el ánimo
estaba por los suelos. A esto añádele que al
salir de Monzón el Camino deja
de estar claro y hubo que dar vueltas y preguntar
a algún lugareño, échale que veíamos Berbegal,
el pueblo que estaba a 18 kilómetros y en el que
se suponía que íbamos a comer, y que parecía
que nunca llegaba. Es lo peor que te puede pasar,
que tengas tu objetivo demasiado a la vista y te
de la impresión de que no llega nunca. Quizá
sea mejor que esté un poco escondido, que parece
que quedan un par de curvas y salvar una
montañita o algo así. Hubo momentos en que
realmente pensábamos que alguien lo estaba
moviendo de sitio. Es exagerado, pero la
imaginación no tiene límites, y tampoco
nosotros vamos a ponérselos. A pesar de todo, todo llega
en esta vida, aunque tarde un siglo, y también
nosotros llegamos a Berbegal. Al
grito de: "¡Mira, andarines!" nos
recibió el comité de bienvenida infantil,
quienes estuvieron pendientes de todos y cada uno
de nuestros movimientos hasta que nos fuimos. De
vez en cuando alegra el día encontrarte con
gente diferente, y en este caso lo éramos
nosotros. Éramos la atracción para la
chiquillada.
Paramos a la
sombra de los árboles de un parquecillo que
tienen, y nos curamos los pies. Mi ampolla estaba
en vias de curación. Anita
también sufría lo suyo, y Raúl
estaba como una rosa, al menos sus pies. Después
de un merecido descansillo decidimos llegarnos
hasta Lacuadrada, que se suponía estaba a una
hora y algo de camino. El único inconveniente
era la hora, las tres de la tarde y un sol de
justicia, pero hay veces que tienes uno de esos
puntos, y charlando, charlando llegamos al
pueblo, que parecía fantasma y no me extraña
pues el calor era de órdago. Tomamos al asalto
una callejuela por la que no pasaban coches, y en
la que gracias al cielo daba la sombra. Comimos
una de nuestras famosas ensaladas con tomate,
cebolla, atún, que hay que decirlo estaban de
vicio, descansamos un buen rato y decidimos dar
el último tironcillo hasta Pertusa.
En
el camino a Pertusa un canal de
riego. Todo él una recta impresionante, de ésas
en que con la cámara de fotos puedes hacer un
punto de fuga chulo, bien pues la foto lo dice
todo... Sobran los comentarios.
Y llegamos a Pertusa,
un pueblo tranquilo, en el que la tienda la abren
cuando alguno de los del pueblo o de los que
pasan por allí necesita algo. Nos recibieron muy
bien, nos dejaron dormir en el polideportivo. Se
portaron estupendamente. Un sitio recomendable
para pasar la noche y donde nos hicimos una cena
a base de callos, ...para chuparse los dedos.
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