Hoy no teníamos
prisa. La duda más grande pronto se disipó: Sara
no venía con nosotros. Su diarrea pudo más que
sus ganas de coronar otros cuatromiles, y se
quedó con Carles, que no podía
con su uñero. La pareja se quedaba guardando el
fortín, mientras que la caballería iba a dejar
el buen nombre de los cuatro en lo más alto.
El desayuno energético
dejo paso a una serie de consejos, advertencias y
recordatorios por parte de Carles,
que sacó su vena paternal al ver que sus
compañeros de viaje partían hacia zonas
desconocidas e inseguras. Pero no estábamos
llamados al fracaso, al menos no ese día. Así
que aprovechando que todavía daba la sombra en
el valle y que no hacía mucho calor, antes al
contrario, empezamos a remontar el collado que
nos aparecía al Sur. Comenzamos a andar a buen
ritmo, y al cabo de un rato bastante largo, nos
paramos a hacer el primer trago de Tang con su
correspondiente e indispensable cigarrito. Era
una excursión de fumadores.
Y
fumando, fumando vimos pasar a un guía con su
correspondiente séquito, eran franceses o como
mínimo francófonos. Y les dejamos pasar, pues
nos convenía, siempre está bien el hecho de
llevar delante un grupo que conozca la zona,
aunque llegues segundo, llegas que es lo
importante, y para nosotros no era una carrera. Y
así fue, el guía iba trazando el camino y
nosotros a una distancia respetable imitábamos
sus movimientos, hasta que llegamos al collado.
Allí a descansar y ha hacer fotos por un tubo, y
a esperar que uno de los dos grupos que había
allí tirasen a la zona de los Ouanoukrim,
pues el camino empezaba a no estar claro, y el
hecho de estar en una cresta requiere un poco de
información de la que carecíamos. Y saltó el
primer grupo dispuesto a coronar los Ouanoukrim
en muy poco tiempo, y de hecho no les pudimos
seguir, pero intuimos por dónde habían ido.
Así que manos a la obra, y digo manos, porque
fue en el momento en que para seguir el camino
hay que poner las manos en la roca. No era nada
complicado, más bien divertido, pero el patio
que había a ambos lados de la cresta era un
colchón poco mullidito, por lo que fuimos
rapidito, pero asegurando cada paso que dábamos.
Total, que después de ver unos gendarmes,
agujas que están situadas en la cresta,
tremendos, y de terminar el tramo más durillo
técnicamente, sólo nos quedaba remontar el
repechón final. Ya era sencillo, y así fue. En
nada y menos estábamos arriba, disfrutando de un
paisaje más limpio de nubes que el día anterior
y dedicándonos a comtemplar lo que habíamos
subido el día anterior.
Realmente
habíamos hecho una montaña mucho más
impresionante de lo que pudiera habernos parecido
el día anterior. Yo personalmente pienso que no
es nada complicado, y que cualquiera que esté
mínimamente en forma puede subir al Toubkal
en un buen día de verano. Y puede que con esto
le quite mérito al hecho de subir la montaña
más alta del Norte de África,
de hecho seguro que lo estoy haciendo, pero al
disfrutar de la vista desde otro lado vimos que
habíamos hecho una gran montaña. Impresiona. Es
muy guapa, imponente diría. Desde la cima del Ouanoukrim
se podía divisar el refugio desde donde
habíamos partido ayer, la cima del Toubkal
y el Lac d'Ifni, otro de los
atractivos de la zona, donde la gente normalmente
hace noche y disfruta del paisaje. La verdad es
que la caminata que hay hasta allí no sé muy
bien si merece la pena, pero la gente se tira
unas buenas cuatro o cinco horas hasta llegar a
sus orillas.
El Ouanoukrim
tiene dos picos, uno más bajito de 4040m y otro
un poco más alto de 4045m. David
y yo nos intercambiamos las cámaras y nos
hicimos los dos para hacernos unas fotos desde
cada uno de los picos. Divertido. Y allí cogimos
la grabadora para decir que habíamos llegado a
la cima, y David dedicó ese pico en especial a Raúl,
un monitor de Martiko que dos
años antes había muerto en los Alpes
en un accidente de montaña. Fue emotivo el hecho
de recordar a un compañero que había dejado su
vida haciendo lo que más le gustaba que era
escalar y estar en la montaña. Y este detalle me
hace pensar, y tener en cuenta que cuando salimos
a la montaña, sabemos cuándo y cómo salimos,
pero nunca sabemos cuándo ni cómo volvemos. La
montaña tiene sus riesgos y los asumimos, y
sabemos que cualquier pequeño error nos puede
dejar allí. Lo más importante es no forzar el
riesgo, minimizarlo a ser posible, pero siempre
teniendo en cuenta que está allí, pensar que
nuestra vida es finita y que en un momento dado
la perderemos. La montaña es para disfrutarla,
pero que conste que como todo lo maravilloso
puede ser terrible y cobrarse un alto precio. No
se nos ha de olvidar nunca el peligro, que de
alguna manera lo disfrutamos y de alguna manera
lo podemos sufrir. Ahí queda el detalle de David
y ahí queda el comentario.
Y
una vez conquistado el Ouanoukrim
con sus picos gemelos, nos fuimos a por el otro:
el Timesguida. A unos 200m en
línea recta se erigía un poco más alto que la
cima donde estábamos, 4089m. Para alcanzar la
cima teníamos que descender rápidamente a un
collado, para luego remontar otro tremendo
repechón, que se hizo un poco más largo de lo
esperado. Llegamos a la cima y después de las
muestras de alegría, menos por el hecho de que
nos faltaban nuestros dos compañeros, comimos
algo y disfrutamos de la sensación de la altura
y de un buen purito. Nos lo habíamos ganado. Y
estuvimos un buen rato allí, arreglando el
mundo, y hablando de la vida, el amor y la
muerte, como siempre.
Llegó la hora de
bajar, nuestros amigos estaban abajo
esperándonos y tampoco era plan de hacerlos
esperar una eternidad, por lo que empezamos una
rápida bajada. Intentamos de hecho bajar por un
camino distinto al que habíamos traido para
subir. Pero lo desestimamos pues no vimos claro
el final. Queríamos bajar por una canal sin
nieve, pero era un poco complicado, por lo que
optamos por desandar el camino. No es grato, pero
a veces hay que hacerlo. Un compañero vasco que
estaba en el refugio nos comentó que sí que
podíamos haber bajado por una de esas canales y
que no revestía mucha complicación. Pero no te
puedes fiar, ellos son más valientes que
nosotros.
La
bajada no tenía nada de fácil, pues había que
destrepar en algunas zonas, con un patio
respetable hacia abajo. Pero había que hacerlo y
nos pusimos en situación y en breves minutos
estábamos en el collado sanos y salvos.
Cigarrito y pusimos marcha hacia abajo. Y en el
camino, cuando estábamos bajando a buena
velocidad, nos encontramos a un moro que subía y
nos saludó. Primero nos pidió algo para comer,
teníamos un trozo de pan y se lo dimos, y el
fuet que teníamos se lo ofrecimos, sabiendo que
no lo iba a aceptar. Y de segundo nos pidió unos
calcetines, pues subía con unas chanclas, que le
estaban sollando los pies, pero yo sólo llevaba
unos calcetines, y no iba a desvestir a un santo
para vestir a otro, así que se fue con Dios o
con Alá, vete a saber. La bajada no tuvo mayores
sorpresas y sobresaltos, sólo que se hizo
interminable. Cuando llegamos al refugio habían
pasado siete horas desde el momento en que
partimos. Un buen día y una buena cosecha. Carles
nos estaba esperando, mientras Sara
dormía. Intentamos no mostrarnos excesivamente
entusiasmados por el hecho de haber coronado tres
cuatromiles, pero no lo podíamos remediar,
estábamos exultantes, ebrios de euforia, y
estalló, de forma controlada y poco a poco, pero
estalló. Supongo que Carles se
alegraría por nosotros, pero no se sentiría
excesivamente bien por el hecho de que le
faltaban tres muescas que, de no ser por el
maldito uñero, ya podría lucir.
Al cabo de un rato
salió Sara, y pronto empezaron
a llegar las escoltas que habían subido al
Toubkal. Llegaban un poco tarde, y algunas
visiblemente cansadas, y aún les quedaba la
vuelta a Imlil a pata. Tremendo.
Ahora tocaba comer, esta vez fue dentro del
refugio, aunque la comida no se distinguió de la
del día anterior, que tuvo sus consecuencias
gaseosas más tarde. Y ahora era cuestión de
dejar pasar el tiempo hasta el día siguiente en
que nos queríamos bajar a Imlil.
|