Día 5.El Djebel Toubkhal Viaje a Marruecos. Agosto 1997

Objetivo: ¡Conseguido!

Nos levantamos no muy pronto, allá a las seis y algo. Sin prisa. Hacía buen día, con lo cual realmente no hacía falta correr, sino más bien disfrutar. Desayunamos después de meter lo más imprescindible en las mochilas de ataque. Desayuno hiper-nutritivo a base de leche con Cola-Cao y cereales. Buenísimo. La leche en polvo, por supuesto.

Una mirada atrás... Ya estábamos en la onda, dispuestos a conquistar el objetivo propuesto desde hacía más de un año. Empezamos tranquilamente a subir, sabíamos que no teníamos que perdernos en la primera parte del camino, que era atravesar en diagonal una tartera, pero caimos en el error. En mitad de la tartera el camino se pierde, y te despistas un poco bastante, y tardamos bastante rato en reencontrar el camino correcto. Ese tiempo que pierdes buscando de nuevo el camino, después cuesta de recuperar psicológicamente, y lo pasas realmente mal durante un rato. Piensas en cuán tonto has sido teniendo el camino a tu alcance de forma tan evidente, y te acuerdas de que el esfuerzo que has hecho quizá puedas notarlo al cabo de un tiempo, o el mismo día. Pero nuestra ilusión por conquistar el Toubkal podía más que cualquier otro elemento, y nuestros pies continuaron hacia arriba después de una breve parada, en la que nos encontramos a cuatro catalanes que habían subido directamente desde Imlil. Bebimos un poco de agua, cuatro risas y para arriba. Cada cierto tiempo teníamos que parar para echar un trago de agua con Tang y un cigarrito, como mandan los cánones. Y seguíamos subiendo, veíamos a los catalanes que empujados por una fuerza, a mi modo de ver demoníaca subían y subían sin echar una miradita atrás, y es que no hay como ir con prisa.

Disfrutábamos del paisaje y de las bromas más o menos pesadas que se le gastaban a Sara por su condición femenina, y es que la pobre estaba en inferioridad de condiciones, pero eso sí, de "buen rollo". Y seguíamos subiendo, y nos hacíamos fotos de aquí y de allá. Cuando quedaba menos de un cuarto de hora para la cima, yo me adelanté, tenía fuerzas suficientes y me dije a mi mismo, vamos allá. Empecé a caminar más deprisa y me iba alejando de mis compañeros. Me gusta ir en grupo, pero reconozco que hay momentos que me gusta disfrutarlos en soledad, y son esos momentos en que hay un cierto esfuerzo que tienes que realizar, y me gusta notar como reacciona mi cuerpo, las sensaciones que tengo, sin que haya nada que pueda intervenir en ese momento. Y cuando llega el último repechón me gusta pegar un tirón y llegar primero, con las pulsaciones en alto, y no tanto por el esfuerzo sino por la emoción de coronar el primer cuatromil de mi pequeña historia en la montaña. Disfruté en el momento en que vi el mamotreto que corona la cima del Djebel Toubkal, una especie de pirámide de hierro de unos tres metros de altura. Me medio reprimí un grito de alegría, ya lo tenía allí. Saqué una foto desde allí para recordar el momento, y ya entonces me dediqué a disfrutar de la sensación de triunfo. Los cuatro en la cima

Cuando llegué al mamotreto nos estaban esperando los cuatro catalanes y Pedro, un chaval de Vitoria, con el que compartimos el viaje de bajada al refugio. La alegría no la podía contener, y empecé las salutaciones y los gritos de alegría. Al cabo de un momento, David, Carles y Sara llegaban a la cima. La alegría nos desbordaba, abrazos, besos, gritos, aullidos bereberes, de todo hubo para celebrar el triunfo. Fue genial. Los compañeros de cima no lo entendían y alucinaban con el espectáculo que les brindamos. Después vino la larga sesión fotográfica. Fotos y más fotos, de aquí y de allá, juntos y separados. Fotos por un tubo.Conversando en la cima con Pedro Y cuando nos cansamos de recorrer la cima, y yo de intentar llamar por el móvil desde lo más alto de la cima, entonces nos dejamos caer y nos pusimos a comer, nosotros cuatro y Pedro. Comentamos la jugada, y como estábamos en el lugar adecuado empezamos a hablar, como no, de montaña. Y así nos estuvimos como una hora, disfrutando de la sensación de estar a más de cuatromil metros de altura, que aunque haya gente que sí que pueda sentir sensación de mareo por la falta de oxígeno, nosotros en particular no la notamos, pudiera ser que la euforia apagase cualquier otra sensación que no fuera la alegría y la sensación de haber conquistado nuestro objetivo.

Empezó a surgir la idea de bajarnos al refugio, pero no teníamos prisa por hacerlo, y decidimos bajar por un valle diferente al que habíamos subido. El camino fue bastante más largo, pero es bonito ver otras partes de la montaña, no siempre la misma. Por el camino vimos los restos de un avión que se había estrellado allí unos veinte años antes. Los pilotos del aparato siniestrado estaban enterrados en el camino. Nosotros nos enteramos después, cuando se lo preguntamos a Hassan.

La bajada fue dura y trajo sus consecuencias, la primera el cansancio, y la agonía de que parecía que nunca íbamos a llegar. Pero Carles y Sara, sufrieron un poco más de la cuenta. Carles padeció un uñero que cada día iba a peor, y Sara quedó bastante debilitada a causa de su diarrea, que ya acarreaba desde hacía bastantes días.

Cantando después de bajar del ToubkhalY llegamos con unas ganas locas de descansar y de estar tranquilos, pero teníamos que comer, era prioritario. Y mientras preparábamos la comida a base de arroz hervido y unas latas de albóndigas, entablamos conversación con unas chicas que venían con un grupo de escoltas. Nos reímos bastante con ellas y también del fundador de los escoltas. Comimos y mientras Carles y Sara descansaban, David y yo nos fuimos a dar un paseo y entablamos otra conversación con dos hermanos valencianos. Uno de ellos era la catorceava vez que venía a Marruecos. Un auténtico enamorado. Un viajero nato que nos dió un par de buenas ideas para montarte buenas expediciones al extranjero. Había recorrido medio mundo y es hombre estaba versado en el tema. Le preguntamos por cómo habían visto el camino al Timesguida y al Ouanoukrim. Nos dijeron que muy bien, que sin problema, y que además disfrutaríamos de una sensación que no habíamos sentido en el Toubkal, la soledad. El Toubkal es el objetivo de todos, pero los demás picos son sólo alcanzados por los que realmente vienen a hacer montaña. Y además tenían un poco más de dificultad. Mejor, un poco más de diversión no venía nada mal.

Nos pusimos a cenar y sacamos el tema de subir a los tres picos el día siguiente, intentando convencer a Sara para que nos fuéramos los tres, ya que Carles estaba realmente fastidiado del uñero, pues tenía el dedo bastante hinchado, y era mejor que descansase un día de cara al viaje de vuelta a Imlil. Sara no lo tenía claro, y nos lo diría al día siguiente cuando nos levantásemos.

Cómo no, después de cenar el cigarrito antes de irse a dormir. El frío era tremendo, pero el espectáculo de las estrellas merecía un rato fuera del calor del refugio. Qué maravilla, no se puede comparar la cantidad de estrellas con las que podamos ver aquí en España. Tenemos más mierda en el aire. Desde luego que si alguna vez tenéis la oportunidad de ir allí, no dudéis un segundo en ir a hacer el Toubkal y, disponiendo de un saco bueno, dormir en la cima disfrutando de un espectáculo para privilegiados.

Nos tenemos que ir a dormir que mañana hay otra dura jornada de montaña. Mañana caen tres más.