Otro día de
levantarse pronto. Raúl había
dormido al raso, fuera de los vestuarios del
polideportivo, y la verdad es que hacía fresco. Anita
lo pasó peor aunque durmió dentro, pues tenía
unas placas de pus en la garganta que la habían
dejado para el arrastre. Y evidentemente lo
acusó durante el día. La etapa era asequible,
pues "sólo" eran 31 kilómetros, y
salimos a buena hora y con buen ánimo. Cruzamos
el río y al cabo de una hora y algo llegamos a Antillón,
que nos recordó a Cuba, merengue y
"roncito", al menos el nombre. A partir
de allí y hasta el siguiente pueblo no había
nada. Llanuras enormes, con el cereal ya
recogido, y un calor enorme sobre nuestras
cabezas. Llegamos a Pueyo de Fañanas,
donde paramos un ratito a comer algo, y a
descansar nuestros cuerpos al abrigo de una
sombra. El siguiente punto
intermedio era Ola, un pueblín
chiquitín, a pocos kilómetros de Huesca,
en el que quedan pocos habitantes, ya que la
capital absorbe mucha población y ofrece
"más", servicios, etc... Allí fui a
hacer una foto a la iglesia, mientras estábamos
hablando con un señor mayor que nos estaba
contando que él también hizo el Camino durante
la guerra. Y la maldita foto me costó cara, pues
para que me cupiera toda la iglesia me eché para
atrás, tropecé con unas escaleras y al caer,
caí con todo el peso sobre una mano, y me la
lesioné: una fisura en el dedo gordo de la mano
izquierda. Dolía, pero teníamos que seguir
caminando, ya quedaba poco.
Subimos
a una especie de altiplano desde donde se puede
apreciar la ciudad de Huesca.
Anita estaba muy cansada y no sólo físicamente.
Es importante estar convencido de que puedes
llegar, de que puedes hacerlo, de lo contrario
eres incapaz de sacar fuerzas de flaqueza en esos
momentos. Estoy convencido de que somos pura
energía, y a veces somos nosotros mismos quienes
hacemos de grifo de nuestra propia energía.
Tenemos que acostumbrarnos a dejarla escapar y
buscarla de nuevo en nosotros mismos. Aquel fue
un momento especial. Anita se
levantó y continuamos adelante, a pesar del
calor increible que hacía.
Y nos volvimos a
perder, pues en los caminos que cruzan los
huertos que hay antes de llegar a Huesca se
pierden las flechas amarillas, y hay que salir a
buscar la carretera de nuevo, con el ruido
consiguiente y el humo. Llegamos a Huesca
y llamamos al hermano de Raúl, Rafa,
que vive allí, y fuimos a dormir a su casa. Vino
a recoger a Anita y Raúl,
pero yo quise llegar andando, había salido de mi
casa andando y no quería coger un coche para
hacer un tramo del Camino, así que me dio las
señas y pregunta que preguntarás llegué sin
más, y dando una vueltecita por la ciudad.
Por la tarde tocó
hospital, hasta las tantas, pues las urgencias en
los hospitales públicos no son rápidas, pero si
seguras. Te atienden cuando pueden. A mi me
atendieron bien, pero al dia siguiente no pudimos
continuar, así que aprovechamos para hacer un
descanso. Lo teníamos merecido, y de verdad!
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